Una ligera llovizna pareció darles la bienvenida. La música de banda acompañó el recorrido del candidato en una comunidad donde «decían» que no iban a recibirlo; sin embargo, Nacho Campos y su planilla de regidores caminaron tranquilamente por las calles de Capacuaro, hasta la plaza central del pueblo, donde ya la gente de la comunidad los esperaba con gusto.
Un pequeño contingente apostado en un extremo lejano de la plaza -conformado en su mayoría por mujeres-, portaban cartulinas con mensajes en contra del candidato de Morena-PT, y lanzaban consignas con desgano, como de quien es contratado para protestar a sueldo.
Pese a la amenaza de la lluvia, el ambiente era festivo. Un par de mujeres de la tercera edad llegaron bailando al ritmo de la banda, mientras se tomaban de las manos y reían. En otro extremo de la Pérgola, una joven mujer con su niño en brazos, escuchaba atentamente el discurso del candidato.
Sin duda, son muchos los intereses en juego durante esta elección. Antes de llegar a esta comunidad indígena, unos «desconocidos» atravesaron un carro en medio de la carretera, tal vez los mismos que «pagaron» a los «disidentes».
Durante unos minutos, también se «fue» la luz, dejando a Nacho Campos sin sonido. A pesar de esto, el candidato se dirigió a los presentes, señalando que nada los detendrá y, aunque sin sonido, seguiría dando su mensaje.
Ahí, destacó que la unidad de sociedad y gobierno, será indispensable para crear entre todos un gobierno de bien; para que los beneficios sociales lleguen a todos y hasta las comunidades más alejadas.
«Mis abuelos me decían cuando íbamos a la cosecha de los elotes, que nunca fuera yo a olvidar mis orígenes y que fuera un hombre de bien. Por eso vamos a cambiar las condiciones en que por décadas han permanecido nuestras comunidades, devolviéndoles el trato digno que se merecen. Vamos a devolverles algo, de lo que otros gobiernos les han quitado. Es la hora de la esperanza para Uruapan y sus comunidades; ¡es la hora de la Cuarta Transformación!», agregó.
La fiesta continuó, entre música y porras, mientras la lluvia refrescaba la tarde y la gente se dispersaba en racimos de colores. Atrás quedaba sola la plaza, con su templo centenario.