LINCE/ URUAPAN, MICH./ LUN-25-JUN/ El barrio de San Juan Bautista, también conocido como San Juan Bautista, festejó a su santo patrono, una tradición que sigue viva a pesar de la globalización y transculturización.
Los jóvenes son en la actualidad, los recipentarios y guardianes de la tradición cultural purhépecha que nos da identidad. Se cumplió con el ritual de elegir o nombrar a la Ireri o princesa, de los toritos y castillos, del paseo de las yuntas y en gastronomía, del churipu y las kurundas, con un buen tequila.
Los habitantes del barrio, ubicado entre los barrios de San Miguel y Agua Blanca, organizados prepararon como cada 24 de junio, las festividades al más puro estilo tradicional.
Desde el amanecer los cohetes que tronaban en lo alto del cielo y con ello anunciando la llegada de las bandas de música, en su mayoría provenientes de las comunidades indígenas de la Meseta Purhépepecha. Pura calidad musical.
Las tradicionales mañanitas a su santo patrono, San Juan Bautista; aunque el barrio conocido también como San Juan Quemado, según cuenta la historia, en dos ocasiones se incendió y prácticamente desapareció.
Las señoras preparan churipu y kurundas, también mole con pollo o tatemado; la mayoría invita a sus familiares y amigos, dan de comer a todo los que alcancen, aunque no sean conocidos.
Por la noche, la coronación de la Ireri o princesa purhépecha, que en ésta ocasión recayó en la señorita Guadalupe Citlali Mendoza Elías, quien sustituye a Zaira Yazmín Corona Ramírez, evento al que son invitadas las autoridades municipales y las ireris del resto de los barrios de Uruapan, así como al coordinador de dichos barrios, José Luis Torres Tuláis, quien hizo un llamado a la nueva princesa para que trabaje en la preservación de nuestras tradiciones, principalmente entre la juventud y eviten se infiltren otras manifestaciones ajenas.
El paseo de las yuntas, es un recorrido que durante años se ha mantenido, los habitantes del barrio con los atuendos tradicionales del purhépecha; las mujeres con guanengos, el vestido de rollo y los listones en las trenzas de un gran colorido.
Los hombres con calzón y camisa de manta, ésta última bordada a base de punto de cruz, al más puro estilo de Zacán, su respectivo sombrero de palma, un gabán de lana de Charapan colgado al hombro, al igual que un morral o un guaje con su respectivo aperitivo.
Pero todo este colorido, acompañados de las notas sonoras de una auténtica banda de música, de la meritita Meseta Purhépecha pues, un sonecito o un abajeño o de perdida el Toro Pinto, para danzar, para zapatear y darle duro al huarache; recorren las calles principales hacia el centro donde los espera una multitud a lo largo de las banquetas.
Las mujeres lanzan al aire maíz y algunas piezas de pan, dulces otros regalos, que caen finalmente entre las manos de las personas que salen a vitorearlos, a aplaudirles y simplemente a admirar ésta tradición que es tan nuestra, tan arraigada. Tan antiquísima que data desde nuestros antepasados.
Pero en estos tiempos escasean las yuntas, es decir, los bueyes, pues solamente tres yuntas aparecieron del barrio de San Juan Quemado y escasamente tres caballos. Pero uno con máscara de monstruo y otro al que le decían el rifle, causaban risa entre los presentes, bailaban, el primero, grotescamente y el segundo, con una botella de cerveza en la cabeza rapada a la mitad cuidando que con el movimiento, no se le cayera. En fin, de todo hubo.
Pero quien sí aprovechó el momento, fueron los de la campaña de la priísta Socorro Quintana, estacionaron una camioneta Jeep color gris, frente a la huatápera y estuvieron regalando botellas con agua a los danzantes, músicos y quienes se acercaban; estaba nublado pero se sentía un fuerte calor y daba sed, claro.
Para no descuadrar, unas personas con una burrita cargada de dos recipientes de lámina y un letrero que decía: Micheladas. “Peña y su burrita”, seguramente refiriéndose al candidato del copete.
Tras terminar el recorrido a las plazas Mártires y Morelos, el contingente, como una romería, regresa a la capilla, a donde está su santo patrono.
Lamentable, desde cualquier punto de vista, el espectáculo de algunos jovencitos, muchos menores de edad, es más, niñas con uniformes de alguna escuela primaria o del Cetis, ingiriendo bebidas embriagantes a la vista de todo público, fumando cigarros y con un lenguaje coloquial florido, mientras bailaban y daban rienda suelta a sus sentidos.
Los organizadores, pero principalmente los padres de familia, deberían cuidar éste aspecto. Los mayores de edad, es otro rollo; y no me asusto, pero se trata de un evento tradicional, cultural, es nuestra identidad. Se puede hacer discretamente si se quiere. Total.
