EL/ INFOMANIA/ URUAPAN, MICH./ VIE-01-JUN/ En un virtual arranque de campaña, Aldo Macías Alejandres salió por la puerta grande -la del estacionamiento- en medio de una valla formada por sus empleados mientras a los lados había centenares de personas que acudieron a la despedida del funcionario que laboró 22 años en el organismo paramunicipal, la mitad al frente de la institución.
«A las dos de la tarde, en CAPASU» era el estribillo de los promotores de la concentración masiva que presumía la convocatoria de «cinco mil, cuando menos» habida cuenta que todos y todas, son unas «chuchas cuereras» para el acarreo de personas que todavía sienten la esperanza como medida de aliento para superar sus dificultades personales.
A la hora marcada, la gente se apretujaba en torno a sus movilizadores para saber el lugar en donde se ubicarían y las consignas que habría que lanzar a todo pulmón. «Para enseñar músculo» comentó un veterano reportero de la fuente política.
Salió el inge de su oficina y se alborotó la gallera: gritos porras, aplausos, silbidos , risas y sorisas, aplausos. Se liberó la tensión. Por el corredor caminó el ex funcionario, se dirigió hacia el estacionamiento del antiguo rastro. Mala la comparación pero el murmullo de la gente tenía un dejo de aquellos tristes mugidos de las reses que iban al sacrificio en aquel centro de matanza que precedió a la CAPASU.
Aldo se enfiló hacia la salida. Azuleaba la vereda de los uniformes de gabardina de los operarios de la CAPASU, el azul rey se intercalaba con el azul marino de las empleadas administrativas y el arcoiris muticolor del resto de los congregado.
Entre abrazos, intercambio de buenos deseos, apretones de manos y hasta besos, Aldo se fue despidiendo de cada uno que se le acercó para alentarlo en su lucha política. Cuando ascendía la rampa de salida, alguien propuso «hay que sacarlo en hombros» y se corrió la voz.
Diligentes, los colaboradores procedieron a levantarlo como heróico torero que ha efectuado una faena de indulto, ya no digamos de oreja y rabo, pero, en fin, resulta sospechoso que algunos de los más entusiastas en los gritos y porras, hayan sido vistos en estas mismas lides con el equipo lagunista y no en un proceso casual sino como trabajo cotidiano.
Afuera, la calle Cupatitzio estaba abarrotada. Un carro con equipo de sonido perifoneaba arengas para vitorear al precandidato. Dos unidades móviles de sendas estaciones de radio, transmitían el acontecimiento al tiempo que se instalaba un conjunto musical y se ajustaba un equipo de sonido para que resonaran los discursos de los oradores.
Una nube de fotógrafos rodeaba al exfuncionario, le pedían una y otra pose, Aldo, Aldo, para acá. Otra, otra, así. Macías Alejandres, siempre sonriente, se dejó querer por las lentes, se miraba complacido de aquella despedida.
Toma el micrófono Aldo: Uruapan no es un pueblo chico, Uruapan es un pueblo grande. Uruapan es la segunda ciudad más grande del estado, Uruapan es la segunda ciudad que tiene más habitantes, pero la siguen viendo como un pueblo chico, no como grande.
Tenemos muchas necesidades en Uruapan, tenemos muchos problemas, tenemos muchas coas porhacer en Uruapan.
Tenemos un desempleo tremendo que da origen a una delincuencia que estamos viendo todos los días, que nos asusta, que no nos deja caminar libremente como lo hacíaos hace 20, 25 años.
No es a balazos como se combate esto, es llevando educación, es llevando cultura, es llevando deporte, es llevando mejores viviendas, es llevando una infraestructura de vienda mucho mejor.
Es regresar este medio medio ambiente que hemos perdido. Hay que vivir, como dijéramos por ahi: En Uruapan había dos estaciones, la del ferrocarril y la de lluvias; ya se fue la del ferrocarril y ya se está yendo la de las lluvias.
!Hay que trabajar por Uruapan!
Estallan más porras y sube de volumen el grito «¡Si se puede!» mientras los organizadores preguntan el orden en que usarán el micrófono los oradores, se comentan la necesidad de pedirles que sean breves en sus mensajes.
Comienzan las lisonjas, los panegíricos y los piropos. Comienza Doña Ceci, asidua militante de la expresión Lázaro Cárdenas. Habla Hugo, el exlider estudiantil, ex dirigente de comerciantes y ahora empleado de la CAPASU. Usa el micrófono también Delia Esmeralda Esquivel Ocaranza, la presidenta de una organización femenina, que se queja del incumplimiento de quienes llegan al poder. La ronquera de Delia es motivo de risas de los asistentes, por los «gallos» que se le salen a la oradora.
No podía faltar: Jaime Urtiz, el que hace un mes era activista de Kikín Bautista, el que hace un mes le juró fidelidad eterna a Fabiola Alanís ahora promueve la candidatura ciudadana de Aldo.
Son las tres de la tarde con 23 minutos y comienza la desbandada de personas que se alejan de la escena charlando sobre los temas cotidianos: «¿irá a llover? ¿Qué vamos a comer? ¿como cuánta gente vino? ¡Es lo mismo de siempre, yo vine porque me descontaron el agua y tenía el compromiso con doña Ceci!