ISAURO GUTIÉRREZ/ MORELIA, MICH./ DOM-17-ABR/ Los jóvenes que ni estudian, ni trabajan, inundan todas las economías del mundo en un fenómeno generacional, que parece tener sus raíces en los cambios de paradigma en matera de formación educativa y conducción de vida de los menores desde el hogar.
En la generación a la que pertenezco, todavía se acostumbraba que en época de vacaciones escolares, que los padres buscaran la forma que los niños desempeñaran alguna actividad como ayudantes en algún taller o negocio que, además de crearles el sentido de lo que cuesta ganarse el dinero, los mantenía ocupados, lejos de las tentaciones callejeras.
En lo personal, mi vida productiva transitó como ayudante de carnicero, de farmacéutico, de electricista, de mecánico, elaboración de encurtidos y tostadas o vendedor callejero de fruta, lechero, paletero y bolero, todo esto, mientras cursaba la educación básica.
Pero el paradigma cambió y a los niños de ahora no se les permite desarrollar ninguna de esas actividades, porque en estos tiempos se le cataloga como explotación infantil, de tal manera que los padres que se atrevieran a mandar a sus hijos a trabajar, son mal vistos y, por otra parte, los inspectores del Instituto Mexicano del Seguro Social, tan celosos de su deber, están prestos a sancionar a todo aquel comerciante que se atreva a emplear a menores de edad.
Se transitó abruptamente, del modelo de combinación de trabajo y estudio, al modelo en el que los niños sólo deben ir a la escuela, estudiar y jugar, sin que tengan otra ocupación que llene los espacios vacíos de su existencia.
El modelo antiguo, tenía su fundamento en los que los padres consideraban que había qué hacer para asegurar el futuro de sus hijos, porque como no todos son buenos para estudiar, tenían una alternativa para convertirse en obreros, comerciantes o técnicos en alguna actividad productiva.
El modelo actual no prepara a los niños para enfrentar la vida futura, únicamente busca proporcionarles una formación académica que, a final de cuentas sirve de poco, cuando observamos las estadísticas de desempleo y subempleo profesional.
En España, por el Instituto de la Juventud local acepta que casi 600 mil chavos se encuentran en estas circunstancias. En Argentina las estadísticas oficiales muestran que 20% de los jóvenes de 14 a 24 años pertenece a este “club”, y lo peculiar es que, al consultarlos, declaran no querer hacer nada. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), 18% de los jóvenes uruguayos no estudia ni trabaja; porcentaje semejante se presenta en Brasil (19%) y Paraguay (21%). En el Caribe los adolescentes no se quedan atrás, ya que se estima que 20% tienen la etiqueta de Nini, mientras que en Centroamérica la situación es similar: 21% de la población de 16 a 29 años se inscribe en esta categoría.
Si consideramos a Europa en su conjunto, las cifras son verdaderamente alarmantes; sí, porque contrario a lo que pudiera pensarse, el porcentaje de jóvenes desempleados que “pasan el día en blanco” llega a 34%. Dicha cifra es sólo opacada por el índice registrado en África, donde 40% de los chicos están en el ocio completo.
México colecciona primeros lugares en temas como violencia, narcotráfico, corrupción e inmigración, así como en obesidad infantil y personas enfermas de diabetes.
En el caso del desempleo y la falta de oferta educativa dicha tendencia continúa. Los indicadores nos dicen que 7 millones de jóvenes pertenecen a la llamada Generación Nini; de ellos, 120 mil se encuentran en la capital de la República. Un dato complementario, ofrecido por la Secretaría de la Defensa Nacional, revela que en los últimos años 1,200 jóvenes han muerto en enfrentamientos suscitados entre los diversos grupos de narcotraficantes que existen en nuestra geografía.
El paradigma de sacar a los niños de la calle para impedir que se vean sometidos a tentaciones como la drogadicción y el alcoholismo ha resultado contraproducente, porque con más tiempo libre y sin ningún aliciente de aprendizaje adicional al escolar, los jóvenes acaban cayendo en las redes del narcotráfico que les ofrecen dinero fácil, sin tener en qué trabajar.
No se le puede pedir a un joven que aprecie la utilidad del trabajo productivo, cuando de niño se le enseñó a que él no tenía qué hacer nada para obtener su alimentación, ni solucionar sus necesidades elementales.
Como a los niños se les dice que sólo tienen qué estudiar, cuando crecen, esperan que por el sólo hecho de haber estudiado algo, sus problemas estarán solucionados y tenemos entonces, familias con hijos mayores de 30 años que siguen dependiendo de sus padres, cuando ya debieran ser absolutamente independientes.