Exposición y venta de más de un millón de piezas artesanales elaboradas por las manos mágicas.
Lamberto HERNÁNDEZ MÉNDEZ/ URUAPAN, MICH./ LUN-14-MZO/ La primera denominación del evento era tan solo feria del barro. Ésta tenía lugar, por espacio de dos o tres días, en la calle de Melchor Ocampo, extendiéndose hasta la plaza Izazaga o de La Ranita. Cuando aparecieron los automóviles y sobre todo cuando las autoridades decidieron el derribo de los antiguos parianes (mercados) para construir la plaza Morelos, los exponentes del oficio y destino de cada pueblo (todavía no les llamaban artesanos), fueron reubicados en la calle 16 de Septiembre. Ahí comenzaron a padecer, pues la gente compraba menos sus productos.
A finales de 1960, una persona con gran visión, tuvo oportunidad de observar cómo un inspector municipal cobraba el derecho de piso a uno de aquellos indígenas, el cual no tenía recursos para cubrir aquel cobro injusto. Enojado por ello, decidió que aquellos trabajadores manuales no volverían a padecer esa clase de abusos, sino que serían reconocidos por el valor extraordinario de sus creaciones.
El proyecto tuvo eco entre otras personas de buena voluntad, quienes unieron esfuerzos para concretarla. Así, en 1960 tuvo lugar el primer encuentro de artesanos en la Huatápera de Uruapan, antiguo hospital de indios, reconocido también como centro de reunión de indígenas. Un grupo de entusiastas calificó aquellas obras de arte, elaboradas por apenas una veintena de personas, a las cuales premió con recursos aportados por gente de buena voluntad. Ése heróico esfuerzo fue la semilla del Concurso de Domingo de Ramos, que en ésta ocasión cumple 51 años de celebración ininterrumpida.
A medida que los años transcurrieron, el evento comenzó a suscitar reacciones, poco tiempo después se integró a su organización el doctor Daniel Rubín de la Borbolla, antropólogo y museógrafo de talla internacional, quien bajo el gobierno del general Lázaro Cárdenas del Río, se ocupó de los programas pioneros de atención a los pueblos indígenas.
Años después se unirían a la labor la bailarina Amalia Hernández, la etnomusicóloga y folklorista Henrietta Yurchenko, el investigador Porfirio Martínez Peñaloza y otros más. Por su parte, el Instituto Nacional de Bellas Artes tomó la decisión de considerar el arte popular mexicano, como arte mayor.
Para 1979 el proyecto había madurado tanto que motivó el nacimiento de la casa de las Artesanías de Michoacán, orientada a la atención integral de los artesanos del estado. Poco tiempo después se agregaría al concurso artesanal otro más, éste encaminado a reconocer los atuendos cotidianos y ceremoniales de los pueblos indígenas de la entidad, sin duda algunos de las más ricos en semiótica y colorido de todo México.
Hoy, cientos de artesanos de decenas de comunidades traen miles de piezas; enormes cantidades de visitantes acuden desde diferentes regiones del mundo para asistir al Tianguis Artesanal del Domingo de Ramos. El evento conserva la naturaleza sencilla y humilde que caracteriza al pueblo michoacano que, en buena medida, conserva el encanto que ha hecho crecer su fama más allá de las fronteras nacionales.
En éste 2011 llega a la edición número 51 del Concurso Artesanal, en un evento en el que participan más de mil artesanos y exponen más de un millón de piezas de todo tipo como ollas de barro, huanengos, cucharas, bateas, cazos de cobre, prendas de algodón y lana, figuras decorativas, recipientes de chúspata, tallas de madera y mucho más.