Temporada de Cartas
ISAURO GUTIÉRREZ/ MORELIA, MICH./ MAR-13-JUL/ Parece que después de la marcha de periodistas se ha dado una especie de fiebre epistolar entre muchos comunicadores que, a pesar de tener un medio o trabajar en él, no pueden o no se atreven a hacerlo públicamente.
Es por eso que en atención a esa tendencia, me atrevo a escribir unas líneas para los que pudiera interesarle.
La marcha del ocho de julio fue ideada y promovida por un reportero cuyo nombre me reservo por razones de su propia seguridad, que anduvo invitando personalmente a muchos e inclusive, algunos que ahora dirigen el movimiento, lo criticaron acremente por intentar una marcha que consideraban indigna de los periodistas. Ahora ya no aparece en la directiva del movimiento de periodistas.
El mismo día de la marcha se desató también una fiebre de canibalismo periodístico.
Los que se consideran “periodistas puros” porque trabajan en un diario, asumieron que los otros, los que ya no han tenido la oportunidad de trabajar en un periódico porque no son contratados debido a su edad y a pesar de su experiencia, no tienen ya la calidad de “periodistas”.
Esos, calificados como “no-periodistas”, empezaron a ser vistos como oportunistas que buscaban encaramarse en un movimiento al que no tenían derecho y así se desató una serie de críticas hechas con cobardía, porque no se atrevieron siquiera a citar nombres, aunque los datos que identificaban plenamente a los destinatarios.
Yo fui uno de ellos.
La primera comisión se formó con la única finalidad de presentarse con los diputados del Congreso del Estado que nos esperaban y a la que NO se integraron los “valientes” reporteros, que NO se atrevieron tampoco a hacer uso de la palabra para NO “balconearse”.
Pero después, los calificativos para quienes si nos atrevimos a denunciar que el gobierno le ponía a los cadáveres la etiqueta de “crimen organizado” como pretexto para dejar de investigar, se rasgaron las vestiduras por el atrevimiento.
Fue entonces cuando defendieron a quien paga su nómina y dejaron caer el veneno a través de sus cartas.
Después de la reunión con los diputados, yo sugerí que la comisión inicial debía desaparecer, pues su cometido era exclusivamente con relación a la marcha, por lo que sugerí que se designara otra que sirviera de enlace con las instancias gubernamentales para darle continuidad al movimiento.
Desafortunadamente para mí, en esa segunda comisión se me volvió a integrar por acuerdo de los periodistas presentes.
Mi único interés de participar era que se continuara con el movimiento y se tuvieran resultados tangibles en la protección del trabajo que realizan los comunicadores.
Los ataques volvieron a ocurrir y ahora, el único elemento criticable era yo, pero en este caso tampoco nadie se atrevió a escribir mi nombre.
El acuerdo original de la comisión no establecía liderazgo personal alguno, pero una nota difundida por la agencia Quadratín asignaba a Patricia Monreal como “interlocutora única”.
La nota nunca fue desmentida y así se tomó desde las esferas gubernamentales.
Debo dejar en claro mi respeto y aprecio por Patricia Monreal, de quien no tengo qué decir más que cosas buenas, respecto a su desempeño incuestionable en los medios de comunicación.
Sin embargo, no es mi deseo seguir participando en un movimiento que ahora se ha convertido en el centro del canibalismo periodístico, y no me interesa enfrentar tampoco a los compañeros de oficio, aún cuando algunos de ellos –pocos, por cierto- me consideren de manera diferente.
Agradezco muchísimo la confianza que muchos compañeros periodistas me han prodigado y es mi deseo de que este movimiento culmine con éxito en beneficio de todos.
Gracias… Gracias… Gracias…